Desde que he empezado este confinamiento he pasado por diferentes momentos y situaciones sin salir de casa. Cuando todo esto empezó me invadió el miedo. El miércoles anterior a que diera comienzo el estado de alarma llegaron a nuestra casa por diferentes vías algunas noticias que nos hicieron poner atención y sobre todo, plantearnos las cosas.
Tenemos una hija operada del corazón, por lo que nuestra preocupación a la hora de protegerla se hizo más que evidente. A mayores, aunque sabiendo que en principio no suponía grupo de riesgo, teníamos a un bebé de 5 meses que también, de alguna manera, nos preocupaba.
Cómo proteger a quienes amamos en tiempo de coronavirus
Nos sentamos a hablar sobre el tema y en ese momento, era yo la que estaba más asustada. Mi marido me tranquilizó pero me transmitió que haríamos aquello en lo que yo me sintiera más cómoda y relajada. Yo solo quería correr, escaparme, proteger a los mios.
Mi suegra nos ofrece irnos a una casa que tiene a unos 70 kilómetros de mi ciudad y cogemos las maletas y nos vamos. Allí nos sentimos seguros, escondidos y protegidos. Aparece el estado de alarma y me invade el pánico. Soy una persona que suele mantener la calma en momentos complicados, sobre todo si en la partida estamos solo los adultos. Pero con hijos todo cambia.
Empiezo a pensar que me falta de todo para los niños, no hay hospitales cercanos, no al menos a menos de un cuarto de hora, (desde mi casa tardo lo mismo al provincial, si me apuras), me faltan pañales, mi hija no tiene la chocolatina que le gusta, ni el juguete que me está pidiendo. A mayores me toca incorporarme…todo un desastre, me invade la angustia, lloro…lloro y mucho.
Decido irme a dormir y decidir mañana
Finalmente me levanto y cuento una vez más con la ayuda de papá. Me dice que hacemos lo que quiera. Recogemos y nos vamos con nuestra compra de guerra y todos los bártulos. Me relajo. Sigo alerta.
Llegamos a casa y vuelta a ordenar todo. Me siento más tranquila, los niños tienen todas sus cosas, yo también. Tenemos el centro de salud detrás de casa, el súper debajo, hay hospital. Organizo los próximos 20 años en casa. Respiro.
Me analizo y al final llego a las siguientes conclusiones:
- Que no quiero ver noticias. Me afectan demasiado y no necesito leer esa cantidad abrumadora de titulares con muertes, contagiados, avances del virus y fin del mundo próximo. Si es así, como dice Sabina, que me pille bailando.
- Me organizo en horarios con mis hijos y mi marido. Mi hija ya tiene el suyo desde que no va al cole, pero nosotros también necesitaremos el nuestro para tele trabajar y tener una vida ordenada que nos ayude a no desestabilizarnos.
- A parar, a apreciar y a vivir. Fui consciente del ritmo desproporcionado que llevábamos en nuestras vidas, de las prioridades, de disfrutar el aquí y el ahora. Tengo que trabajar, pero me daba una pena enorme dejar a mi niño de 5 meses en casa, ¡qué pequeño! pues ahora puedo verlo cada día y disfrutar de su sonrisa un poco más. Había sido todo tan precipitado, mi hija se hacía mayor, mi embarazo, el cole para ella, mi parto…he vuelto a tener tiempo para nosotras, y lo disfruto muchísimo.
- He vuelto a madrugar demasiado. Sí, tengo un bebé de 5 meses, una niña de 3 años, trabajo, tengo una casa y he decidido no posponer más mis proyectos personales, que siempre quedaban aparcados prevaleciendo el bien común. Pues me levanto a las 6 de la mañana para poder dar forma y sacar adelante este proyecto que había empezado y para el que iba buscando huecos a la vez que iba atendiendo a papás y a gente que necesitaba de mi ayuda.
- Me he re-descubierto, me he encontrado de nuevo, me había perdido tras mi boda, cuando perdí a mi madre de manera repentina y todo en mi vida empezó a ir cuesta abajo sin frenos. El duelo, una depresión, la operación de mi hija, la pérdida de un segundo padre para mi, las respuestas de la muerte de mi madre, el hecho de que exista gente que al verte herida te ataque más para rematarte… Me costó volver. Mi hijo fue una estrella que me llenó de luz, y me enseñó el camino, y esta situación me ha ayudado a organizarla, visualizarla y poner fecha a los pasos que voy a dar y que estoy dando.
- He re-descubierto a mi marido. Hay momentos difíciles, muy complicados, pero si hemos salvado nuestro mundo con todas sus guerras, podremos salir a luchar donde tengamos que hacerlo. Los dos hemos cambiado, han pasado muchas cosas, quizás quiera recuperar nuestra esencia, volver a cuando nos conocimos, a nuestra boda, donde éramos plenamente felices antes del caos, que empezó un mes más tarde y que supuso que yo me olvidara de todo lo bueno que me había dado la vida. Visitaré ese libro para recordar aquellos tiempos, pero los construiremos mejores. Quiero tener proyectos a su lado, aunque ya tengamos el más importante funcionando, porque juntos siempre hemos sido la bomba. Quiero que busquemos espacio para los dos y que lo disfrutemos como siempre.
- También he descubierto la cara amarga de todo esto. Las tensiones de pareja, la inseguridad y la sobrecarga, las pataletas de mis hijos y la necesidad de actividad, la inestabilidad, los llantos, las llamadas de atención, la gestión de emociones, el desbordarnos…pero también el querernos, el bailar, compartir, reírnos, disfrutar.
He descubierto la cara B de las cosas, y me gusta mucho. Todo es aprendizaje, y el aprendizaje es crecimiento. No dejes que te invadan los pensamientos negativos, pon toda tu energía en transformar todo lo que pasa en algo que te sirva y sume.
Si necesitas que te acompañe, ponte en contacto conmigo, y lo haremos.
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